El “efecto tijera y la cicatriz salarial”: consecuencias del desempleo juvenil en Colombia.

Por; Giovanni Carlos Argel Fuentes. Ph.D

1.0 Los jóvenes ponen los desempleados. Asimetrías de un mercado laboral divergente. 2020.

En agosto de 2020, a un mes de terminar el tercer trimestre del año, las cifras de desempleo evidencian el daño ocasionado por la entrada del coronavirus al país y el inicio de la recesión económica más impactante en los últimos 20 años para el país.

Por más de 150 días, azotó la estructura económica y la dinámica sectorial, no solo en Colombia sino en América Latina y el Caribe (ALyC). Indicábamos en publicaciones anteriores que el desempleo nacional se ubicó en el 20,2% para el mes citado, lo que derivó en una contracción del PIB, que se ubicó en el – 15.7%, según del Departamento Nacional de Estadísticas-DANE. En la profundidad y desglose del desempleo, en el total nacional, se evidencia una tendencia marcada desde hace 8 años, que la pandemia recrudeció actualmente: el desempleo de los jóvenes.

Las cifras para el mercado juvenil (personas ocupadas con edades entre los 14 y 28 años) muestran un escenario desalentador y un futurible crítico sobre el que hay que intervenir de manera urgente en el país y sus regiones.

La tasa de desempleo nacional de los jóvenes ubicados en esa edad, asciende a 29.7%, se elevó 12,2 puntos porcentuales durante el trimestre mayo y julio, para 2019, en este mismo período fue del 17,5%. Indica el DANE que mientras el año pasado en este período había  5,69 millones de jóvenes empleados, para 2020 la cifra cayó a 4,29 millones. Lamentable la destrucción del empleo en esta franja de edad y el fuerte impacto a la productividad sectorial, que desde este grupo de empleados se le genera al país, tanto en el presente como para el futuro inmediato. Téngase presente que el indicador de productividad es presionado por los jóvenes de 14 a 28 años en un 2,3% promedio en Colombia.

Si profundizamos en las cifras un poco más, los hombres para este grupo etario, se incrementó en 10.2% con respecto al año pasado, ubicándose en el 24.1%. Hace un año se presentaba una tasa de desocupación del 13,9%. Para las mujeres, el aumento fue más crítico, la tasa de desempleo femenino se ubicó en 37,7%, tras aumentar 15,4 puntos frente al mismo trimestre de 2019. Datos muy por encima al de países europeos, como veremos más adelante.

Si bien este escenario se viene observando desde 2012 en forma creciente y progresiva, también es cierto que no se han implementado, en la mayoría de los países de ALyC, programas y acciones de intervención para focalizar y doblegar sectorialmente este panorama tendencial, por un lado. Y por otro, no se han estimulado ofertas expansivas de empleo para los jóvenes en la región. En ese sentido el impacto productivo y sicológico en la población juvenil en Colombia, por ejemplo, ha implicado la generación de brechas, primero entre la oferta laboral de hombres y mujeres, como a su vez el impulso de una mayor contratación laboral de adultos con superior experiencia. De hecho, las cifras son el reflejo, de una mayor vinculación de trabajadores adultos para afrontar la incertidumbre que definió la crisis y los coletazos de la post-pandemia en los entornos y mercados de actuación directa.

Si contrastamos estas cifras con las de informalidad, el panorama aun es más crítico, para el trimestre analizado, esta tasa se ubicó en  el 46,3% en las principales 13 ciudades y áreas metropolitanas del país. Prácticamente se sigue manteniendo la informalidad juvenil en la misma proporción, correlacionándolas con las cifras anteriores. Para el final de año e inicio del próximo, los niveles de informalidad tienden a crecer, ya que se iniciará, frente a la reactivación económica, un mayor tiempo de búsqueda de empleo por parte de la población en edad de trabajar que está desocupada, y de hecho crecerá la de los jóvenes entre los 14-28 años. ahora bien, la tasa de informalidad objetiva y subjetiva por ciudades, presentaron los siguientes datos: las que registraron una mayor proporción de informalidad fueron Cúcuta (67,7%), Sincelejo (63,3%) y Riohacha (60,8%), mientras que las ciudades con menor proporción fueron Manizales (37,7%), Tunja (37,9%) y Bogotá D.C. (39,8%).

2.0 El efecto tijera, el síndrome del nido lleno y los hijos boomerang.

Observando lo que está sucediendo en Colombia y sus departamentos, en especial, en las ciudades principales, en términos de las distintas protestas como la anarquía y el desborde de la gobernabilidad institucional en los entes territoriales; se hace imprescindible, estudiar a fondo  que está sucediendo actualmente y a futuro con los jóvenes que en un 95% han hecho parte de estos escenarios de enfrentamientos y exigencias de mejor justicia y mayor eficacia gubernamental.

En ese sentido iniciemos analizando con mayor rigurosidad el fondo de las cifras presentadas en el ítem anterior y estudiemos lo ocurrido en Europa en 2012 y EEUU en 2014, acerca del desempleo juvenil; y desde allí se pueden concluir algunas reflexiones y enfoques prospectivos.

En los países europeos desarrolló y aún sigue vigente, en menor proporción, el ‘efecto tijera’. Denominación que, en los inicios de los años 2000, se asoció al fenómeno del desplazamiento de la mano de obra juvenil por la mano de obra adulta y experimentada. Todo ello producto de la crisis económica y social de esos años y hoy por la influencia de la pandemia sobre el cierre empresarial y los confinamientos, tanto estrictos, como selectivos de enfoque diferencial responsable.

La falta de simetría entre el empleo de los jóvenes y los mayores, como a su vez las rupturas del mercado laboral para las edades estudiadas en este artículo, son de tal fondo que, es sustancialmente preocupante. El impacto que esto tendrá en la inteligencia emocional de los jóvenes, como en la productividad laboral del país en los próximos 20 años, no tendrá precedente alguno.

En Europa el efecto tijera, generado por la destrucción del empleo juvenil, rompió desde 2006 el paralelismo constante entre el empleo de los jóvenes y el de los adultos. Antes de esa fecha los hitos macroeconómicos como las políticas de empleo afectaban la ocupación, en todas las edades, por igual. Es decir, crecían como variables, directamente proporcionales, en términos de empleo o desempleo. Posteriormente a ello en el quinquenio de 2009 a 2014, también en Europa, los datos de empleo demostraron una ruptura brutal de esa simetría y la aparición del efecto enunciado, que no era más que el recorte de la fuerza laboral joven, en hombres y mujeres.   Las cifras indicaban que el empleo de los jóvenes (menos de 25 años) y el de los mayores (más de 55) ya no evolucionaba de forma armónica como se evidenciaba en los últimos 50 años. Es decir, el empleo de la juventud se estaba derrumbado literalmente en todos los países de Europa, mientras que el de los mayores había aumentado significativamente. La conclusión es que esta falta de correlación, entre el empleo de los jóvenes y el de los mayores, sugería que la juventud era el grupo más vulnerable en las crisis, tanto en posguerra como en pos-pandemia. Véase la tasa de desempleo juvenil en la Unión Europea a septiembre de 2019, ad-portas del inicio de la pandemia.

La realidad de los países citados es sostenible, siendo Alemania el país con menor desempleo juvenil, jóvenes menores de 25 años, con apenas un 5,8%.

Por su parte, España fue el segundo país con la tasa de desempleo juvenil más alta, con un 32,2%. Igualmente, si revisamos las cifras en el mundo, se evidencia una relativa disminución del número de jóvenes desempleados en las edades señaladas, desde 2009 a 2021. Se puede evidenciar en los cálculos y proyecciones, una reducción de 76 millones a 68.2 millones. Esta tendencia creciente y proyectada a 2021, se puede deducir como de corto plazo. Si bien la reducción es cíclica, los programas de desarrollo y participación activa de los jóvenes en la vida productiva de los países, no es estructural. Sigue creciendo y con mayor distancia el empleo de adultos. Lo cual se concentrará con mayor rigor en el marco de la presente crisis.

Para el caso colombiano y otros países de ALyC, el asunto es similar. La tendencia actual, que conlleva a la siguiente pregunta: ¿Qué riesgos supone esta realidad?, es necesaria responderla con programas radicales en materia de fomento del primer empleo y garantizar la oferta laboral de largo plazo a la juventud del país.

Algunos trabajos como los desarrollados por el Instituto Internacional de Estudios de la Familia, referenciados en las temáticas del desempleo juvenil en tiempos de crisis y las consecuencias que se generan en los países europeos, definen fuertes tendencias y escenarios probables, que ocurrirían sino se realizan serias intervenciones sobre este aspecto.

El estudio citado indica que “las mayores dificultades que los jóvenes suelen encontrar son: una alta probabilidad de perder su empleo durante las crisis económicas –son ‘los últimos en entrar’ y ‘los primeros en salir’–, obstáculos añadidos para su contratación, habitualmente relacionados con su falta de experiencia e inercia, por la que el desempleo inicial aumenta las posibilidades de pérdida de empleos posteriores”. Más aún, cita el trabajo referenciado, “la infrautilización de los jóvenes en el mercado de trabajo puede desencadenar un círculo vicioso de pobreza intergeneracional y exclusión social”, ya que presupone un cierto desprecio del segmento más dinámico y habitualmente mejor educado de la fuerza laboral y, a menudo, que se les fuerce a emigrar o a abrirse camino a través de la violencia, la corrupción sistemática y la delincuencia juvenil, a tener una autoestima escasa y al desánimo que suele preceder a las adicciones y otros problemas de salud relacionados.  Esta tendencia ya se evidencia en Colombia, desde 2014, teniendo en cuenta los estudios del Departamento Nacional de Planeación-DNP, sobre la felicidad de la población y el índice de bienestar colectivo territorial. En este trabajo los jóvenes entre los 14 y 28 años son los más desilusionados y sienten ser una carga adicional para sus padres, más aún cuando hacen parte del ocio laboral.

A la vista de esto, Stanicek, 2011, en el estudio referenciado, propone un mecanismo de subvenciones a los jóvenes empresarios que “podría generar en Europa una nueva dinámica, no sólo económica sino también política, integrando en la sociedad las fuerzas potencialmente perturbadoras de la generación europea perdida. También constituiría una nueva expresión y un reequilibrio de la solidaridad intergeneracional, dado que esta solidaridad se ejerce hoy en día casi exclusivamente en sentido único, a saber, en favor de las personas mayores”.

De otro lado los informes de la OIT también han revelado que existe un vínculo comprobado entre el desempleo juvenil y la exclusión social. “La incapacidad de encontrar empleo genera una sensación de inutilidad y ociosidad entre los jóvenes, y puede elevar los índices de criminalidad, problemas de salud mental, violencia, conflictos y consumo de drogas”.

En ese sentido, la ausencia de responsabilidades profesionales y familiares, la falta de motivación para comportarse correctamente y el exceso de tiempo libre se convierten en un cóctel explosivo que facilita un comportamiento irregular, por lo que algunos estudios relacionan el aumento del desempleo con el de los delitos, especialmente los que atentan a la propiedad y los relacionados con el tráfico de drogas, con la consiguiente pérdida de futuro para los que los cometen. Colombia ha vivido en los últimos 6 meses las consecuencias de lo anteriormente enunciado.  Las  masacres  a  jóvenes,  su  participación  activa  en  desmanes continuos y sistemáticos en las principales ciudades, la violencia concurrente en todos  los departamentos  y la  vinculación  progresiva  a  estándares  de baja productividad y asociada a niveles de corrupción creciente en estas edades; demuestran los resultados ya ocurridos en otros países, que hoy se potencian en nuestro país.

Esa tendencia indica, como lo explica el estudio referenciado por TFW, que no se trata sólo de un problema social y de progresivo desempleo o falta de ingreso. No es indigencia material o pobreza severa. Es un problema de exclusión social a los jóvenes en las empresas y la sociedad. “Aunque los ingresos y el patrimonio siguen siendo elementos claves a la hora de considerar lo que contribuye al bienestar de los menores, la exclusión social no se refiere principalmente a ellos –ni a la discapacidad–, sino más bien a todo un abanico de capacidades que se disfrutan o se sufren.”

En el concepto más amplio se podría deducir: Hay una nueva exclusión que se refiere a las vidas, a la comprensión y a la atención de los demás. En el mismo sentido, este cambio de concepto supone también un cambio de perspectiva: de un planteamiento estático a otro dinámico, de una visión unidimensional a otra multidimensional y de una vertical a otra horizontal. Por tanto, “la exclusión social se ha convertido en algo más dinámico, subjetivo, multifacético y metodológicamente plural que la mera pobreza”. Aspectos centrales en el seno de los jóvenes en Colombia y ALyC, para los próximos años.

De otro lado, qué decir de las migraciones que hoy realizan nuestros jóvenes en el mundo. El desempleo juvenil ha aumentado la necesidad de exploración y salida de esta población a otros países en búsqueda de mejores opciones de vida. Ello económicamente ha generado el aumento del subsidio por desempleo, disminución de los ingresos por impuestos y desaprovechamiento de las capacidades productivas de esta franja etária. Informes de las Naciones Unidas muestran “que la mayoría de jóvenes emigrantes de las dos últimas décadas se han trasladado a países desarrollados, que el número de jóvenes inmigrantes en países en vías de desarrollo ha decrecido significativamente entre 1990 y 2019, y que la edad media de todos los emigrantes es considerablemente mayor en los países más desarrollados respecto a los que están en vías de desarrollo. Los continentes donde se sostiene una mayor migración de niños y jóvenes superiores al 21%, son África, Asia y Latinoamérica y el Caribe. Por lo tanto, la migración joven resulta decisiva para detener el envejecimiento de la inmigración y en consecuencia, de la población total de los países receptores”.

La ociosidad entre los jóvenes es costosa. No contribuye al bienestar económico del país, al contrario: la pérdida de ingreso en la generación más joven se traduce en una falta de ahorros, así como una pérdida en la demanda global. Algunos jóvenes que no pueden ganarse la vida tienen que ser mantenidos por sus familias lo que disminuye la cantidad de dinero que queda para gastar e invertir a nivel del hogar. Se trata del  ‘síndrome  del  nido  lleno’,  también denominado incremento del número de ‘adultolescentes’ o ‘hijos  boomerang’. Es una situación especialmente común en los países del Sur  de Europa, donde el desempleo juvenil es alto y la tasa de fecundidad decrece, facilitando que las familias sean más pequeñas que antes.

Así, se ha ido haciendo cada vez más frecuente que los hijos mayores de edad permanezcan en el hogar paterno y no aporten el coste que ello supone, al menos del todo, especialmente si siguen siendo estudiantes5, hasta el punto de que nunca tantos jóvenes han dependido de sus padres y abuelos durante tanto tiempo. Anota el estudio de TFW, que en EE UU, por ejemplo, el 41% de los padres de la llamada ‘generación sándwich’ siguen pagando al menos una parte de los gastos de sus hijos mayores de edad. Los adultos encuestados tenían al menos un hijo de 23 a 28 años, con uno de los dos padres vivos6. Aspectos que no son mis distantes de lo ocurrido en las familias colombianas desde los años 2000: si bien se ha aumentado en los niveles de formación y fomento al primer empleo, aún siguen en el seno familiar, con gastos concurrentes.

Finalmente hay que resaltar “Otras investigaciones hablan de la ‘cicatriz salarial’ que deja el desempleo en la juventud y que supone una disminución en los ingresos durante la edad adulta, sobre todo cuando el paro ha sido prolongado. Si se consideran dos personas con la misma educación, residencia, extracción social de sus padres y coeficiente intelectual, pero una de ellas está un año en el paro antes de los 23 y el otro no, diez años más tarde el primero ganará de media un 23% menos, o el 16% si ambas son mujeres. A los 42 años, esos porcentajes serían 15% y 12% respectivamente” 7 . La causa hay que buscarla en que después de una temporada en el paro, la tentación de seleccionar el primer trabajo que surja puede ser muy fuerte. Por eso, a veces las políticas diseñadas para minimizar el desempleo juvenil pueden, en realidad, suponer un perjuicio para el futuro.

En fin, el envejecimiento posterior de los jóvenes recaerá en una sociedad decepcionada salarialmente y con altos niveles de explotación en los mercados capitalistas desbordados. Lo cual repercutirá en la baja productividad y contracción permanente del PIB. Además de la traída de mano de obra extranjera en los países donde sus jóvenes no experimentan vinculación laboral permanente.

Lo anterior tendrá mayor énfasis o prevalencia en las mujeres jóvenes, porque en su mayoría, para estas edades, entran a períodos de gestación y normalmente  no son contratadas. También algunas no reportan tiempo de búsqueda de empleo o no acceden a ocupaciones empresariales, aunque se los ofrezcan, por asumir las responsabilidades de cuidado a su hijos o familiares, como de asistencia y administración del hogar, acciones que normalmente son adelantadas por mujeres. Proporción que se incrementa mucho en las zonas rurales o poblados dispersos, tanto para Colombia como para países de ALyC.

¡Dura realidad!, Sumado a programas de intervención al desempleo juvenil, totalmente nulos en nuestros países y regiones.