CUANDO LA TRAGEDIA SE VUELVE FOLKLORE


Por: Jorge Enrique Díaz Varela

El miércoles pasado, en las horas de la madrugada fue víctima de la intolerancia, esa que últimamente hace parte del actuar de la Policía Nacional en Colombia, Javier Ordoñez un abogado, que fue sometido a actos violentos que le produjeron la muerte, este hecho se suma a un sinnúmero de hachos que día a día son denunciados en las redes sociales y a los cuales ninguna autoridad civil o militar, le ha parado bolas como se dice en el argot popular.

Este incidente si así se puede llamar a este acto de barbarie, no es más que el resultado de un conflicto barbárico que ha erosionado moralmente al país y casos desproporcionados como este, no es más que el indicio de los profundos daños que deja el conflicto armado en Colombia.
Desde que recuerdo y tengo uso de razón en mi patria día a día se oye sobre la visita de la macabra muerte por todos los rincones de la patria, bajo las balas asesinas han caído personas valiosísimas para el país, líderes políticos, jóvenes, líderes sociales y con la muerte del Señor Ordoñez y hasta el más desconocido de los mortales en Colombia puede ser víctima de los violentos, sean estos legales o ilegales, simplemente es la aplicación de la fuerza y en este caso los policías fueron jueces y verdugos de un ciudadano, que inerme perdió su vida en una noche de intolerancia oficial.

La violencia en Colombia se volvió un elemento más del paisaje, por eso es por lo que cuando el pueblo protesta indignado termina en más violencia, en más masacres en más uso de la fuerza de manera indebida.

Pedir perdón es cosa de gallardía decían los abuelos, pero en el panorama folclórico del país, aflora en los labios de las fuentes oficiales, una palabra que en Colombia perdió ya el sentido que debería tener, ese perdón en Colombia donde la muerte es el pan de cada día, donde los amarillismos de muchos medios de comunicación incitan a más odio, la muerte; si señores a esa que tanto le tememos los humanos, ese perdón no es más que una palabra vacía de dos silabas.

La muerte violenta hace parte de nuestra cultura, una cultura hecha desde los albores de la independencia con violencia. A nuestros próceres los masacraron, a nuestro libertado por poco lo asesinan en una noche septembrina y guardando las proporciones a Javier Ordoñez una noche igual, pero 192 años después si le arrebataron su vida.

Pareciera que en el actuar actual de algunos integrantes de la Policía Nacional está basado en el Manual de Guerra Colombiano, y entonces de un tiempo para acá a los vendedores ambulantes, adultos mayores, mujeres y ciudadanos en general son seres 100% nocivos y que representan una amenaza letal a todo momento, es por ello antes de prevenir actúan como verdugos agrediendo y en muchos casos asesinando a personas indefensas, parece que la guerra que ha tenido nuestro país ha hecho que el cuerpo policial o al menos a algunos de sus miembros creer que estamos en un combate continuo que les permite atacar a los ciudadanos en cualquier momento o bajo cualquier circunstancia, sin importar quienes sean, simplemente su mente les dicta que deben actuar y su “defensa” porque como ya lo dije los ciudadanos somos 100% nocivos y peligrosos para ellos.

Es entonces cuando la tragedia se vuelve folklore, es un escenario en el que los que ejercen el poder de las armas buscan el aniquilamiento total del “enemigo”, porque este ciudadano sea quien sea es nocivo y letal y por lo tanto debe ser “dado de baja”, y digo que es parte de nuestro folklore porque lo común es que seamos ciudadanos agresivos y hostiles, y esto según los entendidos como resultado de los altos índices de violencia del país, lo vimos en las noches tenebrosas del 10 y 11 de septiembre en varias ciudades especialmente en Bogotá, donde inicialmente por indignación y rabia muchos ciudadanos admiramos y disfrutamos con él el daño que se estaba haciendo.

Al fin de al cabo periódicos como El Tiempo alentaban a ello y hasta la burgomaestre de la capital parecía dar vía libre a las protestas, pero el resultado era de esperarse, la violencia afloro y los “enemigos” se enfrentaron, resultado 13 muertos más por balas oficiales y no tan oficiales.

Entonces se nos sale el folclorismo, vimos que la embarramos en general como sociedad, los que antes gritábamos contra la policía por su acción desmedida, nos volvimos sus protectores, ya no nos parecen tan malos, al fin de al cabo ¡algo habría hecho para que lo mataran! y Entonces fue cuando el folklore político afloro, la autoridades se rasgaron las vestiduras y anunciaron individualizar a las manzanas podridas y serian expulsadas de la fuerza policial, a renglón seguido el presidente pidió no estigmatizarlos, el ministro de defensa en un alto nivel de ignorancia confundió siglas inglesas usadas por los que grafiaban las paredes con una organización terrorista al paso que pedía perdón a la familia de la víctima, seguidamente el director encargado de la institución pidió perdón y se disculpo con las victimas y los ciudadanos, finalmente en un acto propio de un político sagaz la alcaldesa de Bogotá invito a una gran velatón y cacerolazo para alcanzar el perdón y la reconciliación.

No recuerdo cuantas velatones y cacerolazos hemos hecho, este acto como los de pedir perdón y las famosas investigaciones exhaustivas, son un acto mas del teatro de la violencia y la guerra del país en la que caen más inocentes que bandidos.

La violencia y la tragedia en Colombia son parte de nuestra cultura, muchas veces se ha dicho que no sabemos celebrar, pero es que tampoco sabemos protestar, siempre en uno u otro momento terminamos en desmanes, toques de queda y claro abuso de autoridad, con ello alimentando más las estadísticas de muerte y llenando las arcas de los medios de comunicación que buscan afanosamente la noticia de muerte, sobre la noticia en la que sobresalga lo importante de una sociedad y es vivir en paz.

Y entonces cuando la tragedia se vuelve folklore, para nosotros solo terminan siendo nombres que olvidamos y estadísticas para el director del Dane (si ese que habla como si tuviera una papa caliente en la boca)
Cuando será posible que Colombia deje de amanecer con muertes violentas, cuando dejaran de caer los Jaime Garzón, los Luis Carlos Galán, los Diego Felipe Becerra, los Duván Mateo Álvarez Aldana, los reclamantes de tierras, los líderes sociales, los Dilan Cruz, los jóvenes de 15 años como Nicolas Neira y las victimas de los falsos positivos, los ciudadanos como Javier Ordoñez, es hora que quienes ostentan el poder hagan algo de verdad por el país, dejen el folclorismo y sus deseos mezquinos de poder y piensen en la realidad que vive el país, no mas cacerolazos insulsos, no más velatones sin un fondo real de reconciliación, no mas muerte en Colombia venga de donde venga, necesitamos curar el alma y con ello dejar de hacer que nuestra tragedia se vuelva folklore, se vuelva parte del paisaje.