El futuro de la educación en Colombia: Un desafío colectivo

Por Carlos Ordosgoitia Sanin

Colombia enfrenta un momento crucial en su historia educativa. Con una tasa de graduación en educación secundaria que oscila entre el 70 y el 80%, y un ingreso a la educación superior que abarca solo entre el 40 y el 50% de los graduados, nos encontramos ante un panorama que revela tanto éxitos como desafíos.

A pesar de los esfuerzos realizados, la cifra de 240.000 a 350.000 jóvenes que no acceden a la educación superior anualmente es un llamado urgente a la acción colectiva. No podemos permitir que se conviertan en estadísticas más; debemos transformar estos datos en oportunidades.

Sin embargo, los desafíos en materia educativa se agravan por la alarmante tasa de desempleo juvenil, que según el reciente informe del DANE para el trimestre móvil julio – septiembre 2024 alcanza un 16,4 % a nivel nacional. Siendo preocupante el porcentaje de ciudades como Quibdó (35,7 %), Sincelejo (25,9 %), Cartagena (23,7 %), Barranquilla (22,8 %), Ibagué (22,5 %), Riohacha (22,5 %), Montería (21,5 %), Florencia (29,8 %), Valledupar (19,3 %) y Tunja (18,9 %).

Estas cifras no solo reflejan desajustes en el mercado laboral, sino también la urgencia de adaptar la formación profesional a las demandas reales de empleo. Las políticas de formación y los programas de incentivo a la contratación son imprescindibles para mitigar esta situación. En Colombia tenemos que empezar a cerrar la brecha entre la educación y el empleo, no podemos seguir permitiendo generaciones de talentos desperdiciados.

Resulta imperativo que gremios, empresas y sectores productivos se unan en un esfuerzo conjunto para delinear los perfiles y empleos del futuro. Esta sinergia no solo debe tener en cuenta las particularidades de nuestras regiones, sino también las demandas de los mercados internacionales. Al articular una visión clara y prospectiva, la academia podrá diseñar programas educativos que respondan eficazmente a estas necesidades, garantizando así que los egresados estén alineados con las expectativas del sector. Solo a través de esta colaboración proactiva podremos generar un contexto donde la oferta de empleo crezca y se diversifique, enriqueciendo nuestra economía y ofreciendo a nuestros jóvenes un futuro más prometedor.

Complementario a ello, es indispensable la implementación de programas de bilingüismo en colegios públicos y privados como un paso vital hacia la mejora de la competitividad de las regiones. Así como la capacitación docente y el acceso a recursos tecnológicos como estrategias valiosas que también se tienen que fortalecer, toda vez que a medida que el mundo se globaliza, las futuras generaciones se enfrentan a un mercado laboral cada vez más exigente, en el que el dominio del inglés y las nuevas tecnologías no son un lujo, sino una necesidad.

Adicionalmente, se requiere del compromiso de las instituciones educativas superiores para retener a los alumnos y garantizar su graduación. Actualmente, solo entre el 50 y el 60% de los estudiantes que ingresan a la universidad logran finalizar su carrera. Es vital que se establezcan mecanismos de apoyo financiero y académico que ayuden a los estudiantes a superar obstáculos y culminar su formación profesional.

En Colombia se debe blindar el engranaje entre el gobierno, la academia y las empresas. Con esta unión de esfuerzos y la implementación de políticas educativas adecuadas, podremos cambiar el panorama actual. Es hora de que todos los actores se comprometan con esta causa, construyendo juntos un puente entre la educación y el mundo laboral. El llamado es a que construyamos juntos una nación donde cada estudiante no solo sueñe con una carrera, sino que logre culminarla y así seguir inyectándole energía al motor de una Colombia próspera, justa y equitativa. El futuro de nuestra nación depende de la educación y empleabilidad de nuestros jóvenes.